¿Cuántas veces has dado vueltas y vueltas a algo que te ha pasado o que te tiene preocupado del futuro? ¿Cuántas historias te has imaginado sobre algo que no ha sucedido? ¿Cuántas dudas con miles de argumentos te has escuchado decirte a ti mismo/a?
El diálogo interno puede ser un aliado o puede ser un enemigo que nos impida vivir el presente. El diálogo interno es la voz de nuestros pensamientos, creencias, valores y forma de ver el mundo. Está relacionado con la personalidad y el ego de cada uno de nosotros. Alerta siempre a nuestros miedos. Es la conversación que tenemos con nosotros mismos y que nos lleva a sobre pensar.
Joe Dispenza, dice: “la energía acude allí donde enfocas la atención”. Por eso, si hay algún tema en el que estás poniendo especial atención, ya sea un compañero de trabajo, un resultado, una dolencia, un conflicto,… la mayor parte de tu energía está fluyendo hacia ahí. Eso hace que aún pongas más atención en ello, que encuentres distintas señales relacionadas con lo que te ocupa tu mente y que estés continuamente distrayéndote con ese tema.
Hemos de aprender a bajar el nivel de rumiación
De todo lo que nos imaginamos que pasará, lo que ocurra en realidad se parecerá, si acaso, en un mínimo porcentaje. Pero eso sucede porque hemos dejado mucho tiempo a nuestra mente para crear escenarios, contarnos historias, buscar razonamientos y dar sentido a eso que nos da vueltas por la cabeza.
La lógica diría que es para entender lo que sucede porque eso nos da tranquilidad. “Comprender es aliviar”, que dice Marian Rojas Estapé. Sin embargo, realimentamos el drama y magnificamos en lugar de relativizar y bajar la ansiedad. Y se ha estudiado que el caos mental que tenemos produce enfermedad porque se activa el sistema nervioso simpático de una forma que no se tendría que dar que deteriora el cuerpo.
Además, estar pensando en lo que pasará o en lo que pasó nos tiene continuamente viviendo en el futuro o en el pasado y obviando todo lo bueno que pueda estar sucediendo en el momento presente.
Lo malo de no vivir el presente es que la alegría es una emoción que se vive en el presente y que si se nos escapa este momento, este ahora, ese tiempo no volverá y tendremos la sensación de que la vida no merece la pena ser vivida.
Lo bueno de ser conscientes de esto es que nos incentivaremos a parar y a estar más presentes para ser más felices.
A nivel de salud, aquietar el ruido mental tiene efectos positivos en el cáncer, en esclerosis múltiple y en otras enfermedades degenerativas.
El poder de la práctica permite llegar a ver soluciones a problemas a los que no habías encontrado solución gracias a tener mayor claridad y serenidad, y a apoyarte en pensamientos más ilusionantes y alentadores.
7 técnicas para parar nuestros pensamientos
Hay técnicas que puedes utilizar para frenar estos patrones de pensamiento negativos y encontrar la calma y claridad mental que necesitas. Aquí te presentamos algunas de ellas:
- Mindfulness. Esta técnica se define como la capacidad de prestar atención al presente, al aquí y ahora, observando sin juzgar las diferentes experiencias que se suceden en cada momento. Los beneficios están más que demostrados para nuestra salud y bienestar, e incluso para nuestra productividad. Nos ayuda a ser más conscientes, aumenta la capacidad de concentración y nos lleva a tratarnos mejor. Hay muchísimas aplicaciones y profesionales del mindfulness como Mindfulness Sci, Happins, Insight Timer que ayudan a practicarlo para hacer de ello un hábito que te aporte una mayor serenidad en la vida. Aunque también puedes probar a tomar consciencia de lo que haces en cada momento, desde saborear el café cuando te lo estás tomando, saber exactamente por dónde pasas el cepillo cuando te lavas los dientes, o respirar y mirar a tu alrededor haciéndote consciente de lo que sientes y de lo que ves.
- Parada de pensamiento. Cuando te pilles con tu diálogo interno puedes probar a hacer un gesto a la vez que dices una palabra que te invite a parar. Por ejemplo, “ahora no toca” mientras mueves la mano como si espantases una mosca. Puedes usar palabras como STOP, Ya, Basta, o la que vaya más contigo. Y el gesto que te sea más fácil o común para dejar a un lado o poner límite a tus pensamientos.
- Utiliza la lengua. La lengua puede ser tu aliada si cuando estás en tu propia rumiación apoyas la punta de la lengua en la parte interna de tus dientes superiores y luego tratas de pegar la lengua lo más posible a tu paladar. Como si lo fueras a tapar por completo con tu lengua.
- Pon tus pensamientos en la librería. Especialmente útil cuando vas a dormir y no te dejan tus pensamientos o en momentos de mucho ruido mental o con varios frentes abiertos. Aquí la imaginación es nuestra aliada. Has de cerrar los ojos e imaginarte frente a ti una librería con sus estanterías vacías. Haces dos o tres respiraciones profundas permitiéndote relajar un poco tu cuerpo y entonces con cada pensamiento o tema que se te pase por la mente, lo tomas y lo depositas en la librería como si fuese una cinta de vídeo o un libro al que atenderás en otro momento. Así hasta “vaciar” tu mente.
- Cambia tu pensamiento por uno más real. Si te estás diciendo algo así como “va a salir mal” o “no lo voy a conseguir” lo más probable es que tu cerebro busque la forma de darte la razón y que acabes no consiguiéndolo. Además, has de contrastarlo con la realidad, es decir, ¿es un pensamiento real? ¿Realmente no lo voy a conseguir? Lo cierto es que no lo sabes. Es el futuro y es incierto. Te puede dar la vida un giro en este instante y lo que tenías para mañana sea totalmente de otra forma. Por eso, has de modificar el pensamiento por uno cierto, que, además, te creas. Por ejemplo: “He hecho hasta aquí. Sé que no está completado y no sé lo que va a ocurrir mañana”. La emoción asociada a este nuevo pensamiento es más neutral y más sana que la que estás generándote con el anterior pensamiento. Básate en hechos. Sé lo más realista posible. No te pongas las gafas rosas porque será igual de mentira que con las negras con las que lo estás viendo ahora.
- Háblate de forma más positiva. A veces nos tratamos con mucho juicio. Queremos ser perfectos. No nos pasamos una. Incluso nos insultamos. “¡Serás tonta!” Pues si encima nos lo decimos más veces, más nos lo vamos a creer. Así que deja de reforzar lo que no quieres para comenzar a fomentar lo que sí. Manifiesta lo que quieres. Dítelo. “Tú puedes”, “estás mejorando”, “voy paso a paso” es mejor que decir “poco a poco”. A veces hablarnos en segunda persona nos funciona muy bien, como dándonos órdenes. “Céntrate”, “ponte a ello de una vez”, “vas a lograrlo”. Porque recuerda, lo que dices y cómo lo dices, importa.
- Agradece. No te pelees contigo. Ahora que sabes esto no empieces a tratarte peor porque “deberías” saber hablarte bien, por autoexigencia o perfeccionismo. Da las gracias por hacerte consciente. Agradece cada pensamiento y cada emoción, hazle saber que le has escuchado para que no se revele en contra tuyo y te boicotee.
Solo has de tener algo en cuenta. Si vacías tu mente o si te liberas de pensamientos, es importante que los sustituyas por otros más útiles, más sanos, más potenciadores y no que dejes a tu cerebro al libre albedrío porque puede quedarse haciendo asociaciones aleatorias que no entiendas. Si le quitas de entretenerse en el diálogo interno que tenía, ¿en que se ocupa entonces? Así que dale algo en lo que enfocarse. A ser posible, en lo que quieras que salga bien, en lo que necesites hacer, en lo que te ilusione. Y así aprovecha tu fuerza mental para lograr lo que te propongas.
¿Qué de lo que te he compartido vas a poner en práctica? Si eres de los que hacen bola de un grano de arena, dale un respiro a tu cerebro con estas técnicas. ¡Te sentará bien!
Te acompaño aprendiendo en el camino del crecimiento.
Raquel Bonsfills
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