Siempre oímos que, para lo bueno, estamos todos, pero que los verdaderos amigos son los que están ahí en los malos momentos, los que no se alejan cuando las cosas no van tan bien, los que se alegran por tus éxitos y los que te cogen la mano cuando flaqueas.
Recientemente hemos visto a Rafa Nadal cogiendo la mano a Federer, dándole su apoyo en un momento especial de su vida. Es solo un ejemplo de los miles que podemos encontrar con personas de nuestro entorno personal, profesional, hasta con personas que cuidan de nosotros como parte de su trabajo, como es el caso de los terapeutas ocupacionales.
Aún recuerdo una vez que estaba malita con neumonía y mi doctora me pasó la mano por la espalda con cariño. Fue más reconfortante que la medicina que me recetó. O cuando una de mis mejores amigas me llamó a las 12 de la noche porque había discutido con su pareja y ahí estaba yo para escucharla. Personas que están a nuestro lado, que simplemente están, que puede que no nos digan nada, y que, sobre todo, nos acompañan en el momento por el que estamos pasando.
Lo que nos aporta tener a alguien a nuestro lado
Tener una persona a nuestro lado nos beneficia porque somos seres sociales, aunque necesitemos nuestra independencia y momentos de recogimiento en los que estar solo con nosotros mismos.
Tener una persona que nos hace sentirnos parte del mundo, que no estamos solos.
Una persona que nos dedica su tiempo que es lo más valioso que nos puede ofrecer porque no se recupera. Una persona que nos aporte calidez, cercanía, amabilidad y que nos ofrezca su cariño. Quizá con una sonrisa, con una mirada compasiva, comprensiva, con ese tomar la mano o prestarnos su hombro en el que descansar.
Nos escucha sin juzgarnos, nos deja desahogarnos.
Además, nos anima, a veces nos dice cosas bonitas y trata de hacernos reír. Esta persona nos ayuda a tomar nuevas perspectivas, a sacar el foco de eso que nos preocupa u ocupa, nos distrae y a veces, hasta nos da soluciones (aunque ¡cuidado! son las suyas, sus opiniones, que hemos de cogerlas como tales, luego ya valoraremos nosotros si son soluciones óptimas para nosotros).
Es de agradecer tener a una persona que nos vea, que nos de su apoyo y nos ayuda, y sepa que somos capaces de salir adelante. También que pueda decirnos lo que no le parece oportuno de lo que le contemos, lo que puede haber “fallado”, tanto si es de nosotros como de otros y así ofrecernos una objetividad que nosotros, estando involucrados, no tenemos.
En el ámbito laboral
Lo más curioso es que tener a alguien a nuestro lado apoyándonos no tiene por qué pasarnos solo en nuestro ámbito personal. También laboralmente podemos encontrar personas que nos acompañan en nuestro día a día. Ese compañero de trabajo que se nos acerca a preguntar cómo estamos. Podemos darle más o menos explicaciones, pero es una persona que está ahí a nuestro lado y que se ha parado con nosotros. Así que ¡gracias!
No siempre tenemos las ganas o queremos exponer asuntos que nos atañen en nuestro ámbito privado a las personas del trabajo. Quizá seas como yo, que me gusta preservar mi intimidad. Sin embargo, te aseguro que habrá personas o momentos en los que merece soltar lastre, eso que te está perturbando y no te deja actuar como sueles hacerlo, que te tiene encogido, y que está afectando en cierta forma a tu trabajo.
Por eso, una pequeña explicación a tiempo, a quien tú consideres, te ayuda a ti porque reconociendo lo que te ocurre bajarás la intensidad con la que lo vives. Además, con ello ayudas a los demás a entenderte porque en lugar de juzgarte y dar pie a inventarse historias sobre lo raro que estás, les das la oportunidad de empatizar y normalizar la situación. Incluso, si estás en el trabajo, puede que te dejen más tranquilo porque saben que no estás para muchas tonterías o esfuerzos. Y así puedes seguir con más tranquilidad haciendo tu trabajo.
Yo algún día digo: “hoy no me hagas mucho caso que estoy que no me aguanto ni yo” o “que estoy como un perro verde” (haciendo referencia a un sketch de humor sobre el programa de Jesús Quintero de finales de los años 80). Es una forma de informar a tu entorno o justificar que no es tu mejor momento y de pedir disculpas por anticipado.
¿Esto lo pueden hacer los jefes? Los mejores líderes están atentos a sus equipos y saben cuándo han de acercarse a recogernos, cuándo nos pasa algo, cuándo animarnos, cuándo es mejor dejarnos tranquilos o cuándo sacarnos de ahí. Si tienes un equipo a tu cargo, por favor, ¡hazlo! Y respeta que no te quieran contar nada, y deja saber que estás ahí, preocupándote por su bienestar.
Y si eres un trabajador al que su jefe te viene a preguntar qué te pasa y no tienes humor para contárselo o no sientes la confianza, díselo con educación y asertividad, y agradece que esté pendiente de ti.
Agradece y reconoce
Ya os escribí hace tiempo que hemos de poner en valor a las personas maravillosas de nuestra vida, y ahora, me gustaría que eches un vistazo a tu alrededor para reconocer a todos aquellos que tienes a tu lado, a quienes te ven, a quienes te dedican su tiempo, a quienes están ahí para ti. Y aunque no lo creas, tu jefe/a es uno/a de ellos. Sigo creyendo en los buenos responsables de equipos que todos podemos ser.
Ahora que has reconocido a esas personas que tienes a tu lado, ¿qué vas a hacer? Aunque no sea un sentimiento recíproco, sé agradecido, sé amable, y disfruta de lo afortunado que eres por tener a alguien que se preocupa por ti y cree en ti.
Aprendiendo en el camino del crecimiento.
Raquel Bonsfills
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