Como dice Álex Rovira en su libro «Creer, crear, lograr», a veces obviamos lo obvio.
Se nos olvida que la felicidad parece emerger de un buen estado de salud, la compañía de nuestros afectos, el contacto con la naturaleza, una buena conversación o el privilegio de trabajar en lo que nos gusta.
Y precisamente al que menos caso hacemos es al cuidado de nuestro cuerpo, del que solemos acordarnos cuando toca hacer la operación bikini o cuando entramos en alguna crisis de edad y queremos seguir viéndonos estupendos, o, sobre todo, cuando nos da algún susto que nos lleva a ir al médico. Yo suelo decir, que, si tú no paras, al final es tu cuerpo el que te para. Este sabio medio por el que transitamos en nuestra vida, nos da continuas señales sobre qué nos puede estar afectando o en qué poner atención para favorecer nuestro bienestar.
Además, nuestra estructura física también varía según seamos y sea nuestra forma de entender el mundo. Como explican en el Instituto Hune, «quienes entendieron que la propuesta de estar vivo depende de las acciones que hagamos y la emoción de miedo les llevó a sobrevivir, configuraron una estructura física sólida, fuerte, musculada.Donde se muestra la fuerza y los objetivos cumplidos. Los que entendimos que en el mundo lo importante era sentirse querido y conectar con los demás, configuramos formas suaves en nuestro cuerpo, nos recubrimos de grasa para hacer visible nuestra sensibilidad y decidimos tener expresiones agradables con todo aquel con el que nos encontráramos. Y otros, que decidieron abstraerse en sus pensamientos y que encontraron el fundamento de la vida comprendiéndolo y creando ideas sobre él, crearon un cuerpo largo, de cabeza y nariz prominente con poca musculatura, pues pensar pedía más cerebro que músculo…»
Por tanto, nuestro cuerpo dice mucho de nosotros mismos, y hay incluso una pseudociencia llamada morfopsicología que va analizando y relacionando partes de nuestro rostro con nuestra personalidad, aunque haya mucho mito en ello.
La cuestión es la necesidad de cuidar de nuestro cuerpo. Y sobre todo, de tomar conciencia de las señales que nos ofrece. No solo es un dicho popular que hay señales como, por ejemplo, cuando nos duele la garganta o nos quedamos afónicos, tras las que quizá haya algo que tengamos que decir que no hayamos dicho, o que haya falta de confianza para expresar algo como nuestros propios sentimientos. O si sentimos dolor en los hombros, que puede ser por cargas y responsabilidades excesivas. Y así podríamos encontrar los distintos avisos que nos dan pistas sobre lo que nos está ocurriendo y que mejor hacerlas caso a tiempo que no cuando hayamos generado una enfermedad psicosomática, autoinmune o cuando ya haya que tomar medidas más drásticas.
Por eso, hoy quiero dejar una serie de pautas, para cuidar nuestro cuerpo:
- Comer bien. ¿Te ha pasado que tu cuerpo te pedía una ensalada o algo fresquito para cenar tras una comida copiosa? ¿O tras haber tomado dulce, necesitar algo salado? Aprender a escuchar al cuerpo en cuanto a necesidades alimentarias lleva a una buena relación con la comida. Una dieta sana y equilibrada, permitiendo la ingesta de todas las vitaminas, proteínas, hidratos de carbono yminerales necesarios va a favorecer la funcionalidad de nuestro cuerpo.
- Beber agua. El agua es esencial para mantener frescas nuestras células. Muchas veces nos dicen que hay que beber mucha agua, pero lo verdaderamente importante es mantenernos adecuadamente hidratados. Si sudamos mucho, tendremos que beber más agua. Os dejounos consejos para ayudarnos a beber agua correctamente.
- Hacer ejercicio. En el estudio deI-Min Lee, profesor de medicina de la Harvard Medical Schoolsobre los mejores ejercicios para la salud, proponía caminar como el ejercicio más saludable. 30 minutos caminando a buen ritmo o incluso pausadamente puede beneficiar incluso al cerebro. El segundo mejor ejercicio es la natación por movilizar a todos los músculos del cuerpo. Después, el entrenamiento de fuerza pero sin grandes pesos o solo con nuestro propio peso, más bien ejecutado a base de repeticiones, y el Tai chi y los ejercicios de Kegel que contribuyen a una mayor calidad de vida.
- Cambiar de postura regularmente. Si no vamos a hacer un ejercicio de forma continuada, al menos tener la prudencia de ir cambiando de postura regularmente. Porque si no, llegaremos a tener cuellos que un día harán llegar la cabeza al ordenador cual buitre, dedos que se acostumbran a un único movimiento propio para el uso del whatsapp, espaldas cheposas para trabajar en el portátil, o movimientos rutinarios propios de trabajos más físicos como hacer camas, levantar cajas, cocinar, conducir… Sí, nos movemos, pero siempre igual. Por eso, es importante para que no se anquilosen los músculos y mejorar el riego sanguíneo, que nos movamos frecuentemente, cada hora por lo menos se recomienda un cambio postural, pero nunca más de tres horas seguidas igual. Además, no es bueno para la concentración mental.
- Tomar conciencia de nuestro cuerpo. Hacer un escaneo por nuestro cuerpo como para detectar si estamos correctamente sentados, si estamos presionando algún músculo o vaso sanguíneo que hará que se nos duerma algún miembro, si estamos contraídos o relajados, si estamos tensionados, estresados o forzados, si apretamos la mandíbula o los puños, si cargamos el peso sobre un pie o sobre los dos, sobre una cadera o sobre las lumbares, si tenemos la boca o los ojos secos, si tenemos la necesidad de cambiar de postura, si tenemos hambre o sed, si escuchamos demasiado ruido o si estamos a gusto. La meditación y el mindfulness han ayudado a esta toma de conciencia a través de visualizaciones y centrarse en el propio cuerpo.
- Descansar. Los adictos al trabajo, los autoexigentes, los perfeccionistas, los mega-responsables, los emprendedores, los empresarios, y para todas las personas del mundo el descanso es esencial. Primero porque nos permite recuperarnos de la fatiga mental y física, y segundo, porque al dormir el cerebro puede recapitular y ordenar toda la información que a lo largo del día recibió y así poder aprender o darse cuenta de detalles clave, nuestras células se renuevan, crecemos y recargamos energía para afrontar un nuevo día. Por tanto, para evitar la sobrecarga y el desgaste, el mejor remedio es saber parar.
- Conectar con la naturaleza. ¿Y qué tiene que ver con el cuerpo? Cuando salimos de la rutina, el cuerpo utiliza músculos que no suele mover, el corazón se acelera ante un suave ejercicio que cambia su ritmo habitual, la respiración puede verse alterada por momentos para adaptarse a los retos del camino, y sobre todo, y lo más beneficioso, a respirar aire puro. Una mayor calidad de oxígeno al respirar inunda nuestras células. Y todo ello sin contar con el placer de disfrutar de unas estupendas vistas, escuchar el canto de las aves, o sentir la brisa en la cara.
Cuidando nuestro cuerpo, cuidamos lo más importante que tenemos: a nosotros mismos. Y ahora que tienes estas claves para hacerlo y que seguro tú mismo conoces algunas más, ¿qué vas a comenzar a hacer diferente para estar mejor?
Aprendiendo a cuidarnos en el camino del crecimiento.
Raquel Bonsfills
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