Cuando piensas en alguien a quien consideras que es un líder o una líder, ¿qué cualidades destacas? Seguramente la mayoría de ellas estén relacionadas con la comunicación y con un trato especial hacia las personas.
El foco del liderazgo: la empatía
El liderazgo pone el foco más en la persona que en la tarea o al menos en ambas facetas, a diferencia de cómo suele funcionar la dirección o gestión del equipo, tal y como te conté en el artículo “dirigir o liderar”. Y en ese “tener en cuenta a las personas” la empatía juega un papel importante.
La empatía, nos lleva a ponernos en la piel de la otra persona, sin ser ella, pero comprendiéndola mental, emocional y conductualmente. Sobre todo, entendiendo su emoción, porque nos informa de cómo se siente por lo ocurrido, con lo que le decimos, el porqué de una reacción, o los sentimientos que le tienen actuando de una determinada manera.
Poner atención a las emociones en el trabajo es esencial sobre todo ahora que se valora tanto la experiencia del empleado, para ser una buena marca empleadora, para que la empresa pueda atraer talento y, sobre todo, para que los mejores quieran quedarse a dedicar su tiempo y esfuerzo en ella.
¿Cómo vas a ser un gran líder si no te preocupas por las emociones de tu equipo? ¿O de su bienestar? ¿O de lo que de verdad les importa a las personas con las que pasas tu día a día laboral? La empatía te será de gran ayuda.
¿Cómo se puede desarrollar la empatía para ser un mejor líder?
Lo primero es poner tu atención en el equipo, hacer un alto en tu discurso para mirar a la cara a las personas que están contigo. No es solo mandar correos y no ver a las personas, como si fuera algo ajeno. Verse y escucharse, es importante. Es necesario dedicarse tiempo para saber cómo van, cómo están, qué tal lo llevan o si necesitan algo. Por mucho que confiemos en que están bien y en que saben hacer su trabajo, la atención es muy importante para generar esa conexión necesaria para poder empatizar.
Escuchar. Escucha de verdad, de forma consciente, centrado en el presente, atento a lo que se dice y lo que no se dice. Averigua lo que hay detrás de lo que se expresa, las emociones, la expresión verbal y no verbal de quien tengas delante.
La escucha es la puerta a la empatía. Si no escuchas, no puedes empatizar. Si no escuchas, ¿con qué empatizarías? La escucha atenta y completa a tu interlocutor, además de hacerle sentir importante, va a reconfortarle. Has de hacerle notar que le estás escuchando y puedes hacerlo con diferentes técnicas muy fáciles para que se sienta escuchado. Es la mejor forma para que una persona se abra, te exprese sus sentimientos y motivaciones, y puedas generar una confianza mayor con tu equipo.
Conocer tus propias emociones. ¿Cómo vas a comprender las emociones de los demás si no las sabes reconocer? Habrás de comenzar por ti, por tus emociones, por cómo funcionan en ti, cómo las expresas, cómo las vives… ¿Qué sientes en este momento? ¿Con qué nivel de intensidad del 1 al 10? ¿Qué haces cuando te sientes así? ¿Cómo te comportas o actúas? Aprende a poner nombre a tus emociones para irlas reconociendo en ti. Trabaja tu inteligencia emocional.
Conocer las emociones de los demás. En esa observación que realizas a tu equipo has de prestar atención a la postura corporal, a los gestos que hacen, a la mirada que entraña mucha información y a la expresión facial porque es la parte de nuestro cuerpo que más rápidamente nos hace reaccionar con relación a las emociones. Además, has de descubrir cómo les llegan o impactan tus emociones a los demás. Es decir, cuando tú entras por la puerta, ¿cómo actúan? O ¿cómo responden ante una información que les has dado? Cuanto mejor conozcas las emociones de tu equipo mejor podrás empatizar con ellos.
Esforzarte por entenderles. Descubre la razón de las emociones que muestran. Trata de ponerte en su lugar. Si yo pienso como él, si yo escucho lo que acabo de escuchar, si estas fueran mis circunstancias, ¿cómo me sentiría? Para poder hacer este ejercicio habrás de descubrir qué piensa, siente y vive esa persona, si no, negarás sus emociones y con ello, les harás sentir menos escuchados, o que no te importan, que no les tienes en cuenta o que tú no te das cuenta de cómo están. Esto es algo que cada vez es más importante para que las personas estén a gusto en sus puestos de trabajo.
Respetar el ritmo y el espacio de cada persona. No todos reaccionamos igual. A veces como líderes nos entra la impaciencia, queremos todo para anteayer, cuando decimos algo queremos que se cumpla inmediatamente. Y nuestro equipo necesita tiempo para asimilarlo. A veces las personas lo captan rápidamente y otras veces, tienen otras tareas prioritarias en las que encajar lo que les pedimos y por compromiso o responsabilidad han de cerrar. Hemos de tratar de entender en qué punto están para poder incorporar una petición que descoloque toda su planificación. ¿Cómo te sienta que te trastoquen a ti los planes? Si esperabas cerrar algo y no puedes porque ha llegado un tema urgente, ¿qué haces? ¿cómo te sientes? ¿cuánto tardas en reubicarte y recolocar tu agenda? Este es otro ejercicio de empatía.
Identificar el momento más adecuado para intervenir. Precisamente cuando has prestado esa atención a tu equipo, sabes con qué están, además de tener más argumentos para poder ayudarles a encajar nuevas acciones o peticiones, te va a servir para encontrar el mejor momento para hablar con una persona. Si sabes que acaba de terminar una tarea, decírselo antes de empezar con otra es mucho mejor, o incluso un poquito antes, para que le puedas decir que cuando termine se ponga con lo que le pides. También si sabes que un miembro de tu equipo está muy desbordado, agobiado porque no llega, también evitarás sobrecargarle aún más. Pero para eso, has de saber cómo están. La comunicación continua con tu equipo es esencial para poder empatizar.
Mostrar interés verdadero por cada persona. Si no te importa la gente de tu equipo, en nuestra opinión, ya tienes un problema de base. Has de rodearte de personas con las que quieras estar. Si no, no las contrates. Y si te viene impuesto, aprende a quererlas. Trata de conocerlas y descubrirlas. Déjate sorprender. Y muestra de verdad interés por ellas, preocúpate por su bienestar, trata de ponerte en su lugar y así podrás disfrutar mucho más de cada persona. Enriqueciéndote con ellas.
Haciendo todo lo que te acabo de compartir, el líder será más empático, será mucho más querido, una persona con la que se quiera trabajar y en muchos casos, un modelo a seguir. ¿Quieres ser un líder así?
¿Qué vas a comenzar a hacer para ser tú más empático?
Aprendiendo en el camino del crecimiento.
Raquel Bonsfills
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