Algunas personas pasan por alto las situaciones que les afectan incluso negando que existan o simplemente alejándote de ellas. Otras personas hacen mucho más grandes sus problemas o preocupaciones de lo que pueden ser en realidad, dramatizándolas o magnificándolas. ¿De qué tipo eres tú?
Hacer una montaña de un grano de arena suele pasar por varios motivos:
Estar cansado. El cansancio hace que nos cueste mucho más cualquier actuación porque no tenemos el talante ni las fuerzas o la energía necesaria para sobrellevarla como lo haríamos si no estuviésemos tan cansados. La falta de sueño o no tener tiempo para desconectar nos lleva a un agotamiento físico e incluso mental. Por poner un ejemplo, si vas de excursión a la montaña, subir una colina al inicio de la travesía puede ser más o menos llevadero dependiendo de tu estado de forma, incluso al inicio hacer el esfuerzo puede resultarte divertido. Sin embargo, cuando ya estás cansado, encontrarte con esa colina ya no hace tanta gracia, el esfuerzo para superarla es mucho mayor y vemos como si la colina se hubiera convertido en una gran montaña donde no ves el final. Y entonces te vienen las preguntas del tipo: «¿cuándo llegamos?», «¿cuánto queda?», «¿aún nos falta todo eso?»…
Estar estresado. El estrés nos pone en una situación de alerta que físicamente no podemos sostener por mucho tiempo. El cuerpo no puede hacer una maratón a modo de sprint. Por eso, cuando el estrés dura más de lo debido nos deja vulnerables ante cualquier situación que se convierte en un auténtico reto a superar de nuevo. Un reto para el cual cada vez tenemos menos fuerzas y menos capacidades que nos llevan a reaccionar en lugar de responder de forma eficiente y racional.
Acumulación de tareas en un momento dado. Hay días que de repente, aunque lo teníamos todo bajo control, algo sucede y nos llueven las tareas extras no previstas. O a lo mejor solo han llegado un par más pero que sumadas a lo que ya teníamos nos hacen desbordarnos. Esta acumulación cuando la expresamos en lista de acciones a realizar se convierte en el gran elefante que hemos de soportar, un peso que no podemos sostener al menos en ese momento en el que le tenemos por completo encima. Estamos saturados.
Las cosas malas nunca pasan solas. Cuando damos crédito a este tipo de frases o al «no hay dos sin tres» o al «¿qué más me puede pasar hoy?» abrimos la puerta a que nos sucedan más situaciones desagradables porque ya hemos puesto el foco en ello y vamos a filtrar todo eso que nos suceda desde el cristal negro con el que las estamos mirando. Además, por supuesto, todas ellas van en nuestra contra de forma personalizada, no pasan a todos lo que se vean implicados, nos pasan a nosotros. Así que nos lo tomamos como algo personal.
Sobredimensionar. No es que me haya caído, es que me he estampado. No es que esté acatarrándome, es que estoy con gripe. No es que me hayan pedido que haga una tarea, es que me han encasquetado un marronazo. Cuando queremos exagerar somos únicos. Y lo que nos decimos y cómo nos lo decimos afecta a nuestra forma de llevarlo física y emocionalmente.
Seguro que conoces otros motivos por los que nos hacemos este boicot a nuestro día a día. Ahora bien, ¿qué podemos hacer para volver a dejar a nuestro grano de arena en su justa medida?
Ser objetivos. Analizar los hechos que se han dado, sin juicios ni valoraciones, solo describiendo lo sucedido. Concretar ayuda a desmontar muchos de los problemas que nos surgen en el día a día porque la mayor parte de las veces, ver el problema más grande de lo que es, es una cuestión emocional. Si le quitamos esa parte emocional, podremos observar el problema o la situación con mucha más racionalidad. Por ejemplo, si pensamos «al entrar en la oficina Ana me ha mirado mal. Ya no quiere saber nada mí desde el otro día que me pidió ayuda y no pude quedarme para prestársela». Para ser objetivos podríamos plantear los hechos de la siguiente forma: «el jueves pasado Ana me vino a pedir ayuda y le dije que no podía porque había quedado y no me daba tiempo a llegar si salía más tarde. Hoy al entrar en la oficina Ana me ha mirado y no me ha dicho nada. Es posible que Ana pueda haberse molestado conmigo». Una vez planteados los hechos de forma objetiva, entonces, si lo considero conveniente, puedo ir a hablarlo con ella para aclarar la situación.
Desgranar la montaña. Al hacer la lista que supone cada granito que hemos sumado a nuestra montaña, hemos llegado a ver la montaña en su conjunto. Pero como no podemos hacer todo a la vez, hemos de coger la lista e irla atajando granito a granito. Ir realizando cada tarea o acción en orden, de una en una, priorizando, para que esa carga sea menos pesada cada vez. Además, ir viendo que baja la lista nos animará y nos hará más liviano su avance por ella. Por eso recuerda, que un elefante solo nos lo podemos comer ¡¡a cachitos!!
Cuidarnos. No podemos olvidarnos de cuidar de nosotros mismos. Comer bien, sano, dormir lo necesario, tener ratos de ocio o de tiempo libre en los que cambiar de ámbito nuestro cuerpo y nuestra mente, a veces hasta cambiar de postura, levantarnos de nuestra silla, dar un pase…parar un momento para recargar la energía, para oxigenar el cerebro y para activar los músculos que se van entumeciendo.
Atender a cómo nos decimos las cosas. La forma en la que nos hablamos, cómo nos decimos las cosas importa. Prestar atención al uso de las palabras es necesario para que no nos pesen. Decir que «se le olvidó la cita», no es lo mismo que decir que «me dejó tirada». Emocionalmente será mucho menos doloroso en el primer caso. Un «tengo que» nos supone una mayor carga que un «quiero». Así que tratemos de usar palabras más suaves, más neutras, más emocionalmente equilibradas. Y para ello, detecta tus pensamientos y si no están haciéndote sentir bien, trata de reescribirlos basándote en la técnica de gestión emocional de cambio de pensamiento.
Poner límites. Tenemos una resistencia y aunque es mucho mayor de la que pensamos, es bueno no jugar a llevarla al extremo o por lo menos, no por demasiado tiempo. Poner límites es una clave para dejar de sentirnos desbordados. Y es que es necesario saber decir que «no» cuando sabemos que no vamos a poder llegar o que nos va a suponer un sobreesfuerzo para el que no estamos en ese momento preparados. Delegar. Contar con otros en los que apoyarnos para abarcar más si es que no lo podemos postergar o requiere de una respuesta por nuestra parte. Es decir, hemos de saber que tenemos alternativas al «lo hago yo todo».
El cuerpo ha de poder recuperarse, la mente necesita descanso, hemos de fluir con nuestras emociones.
Y por eso, os dejo este vídeo en el que os invito a un café, uno de calidad, el que más queráis, para evitar el estrés en vuestra vida y dejar de hacer montañas de granos de arena.
Raquel Bonsfills
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