¿Son todas las emociones positivas?
Hay días que nuestras emociones están como en una montaña rusa. Tan pronto estamos contentos, como tristes o enfadados. Y si bien las emociones son instantáneas en función de las situaciones que vivimos, lo importante es mantener el equilibrio para que nos permitan responder en lugar de reaccionar.
Foto de Milada Vigerova de Unsplash
Todo ser humano posee 4 partes a cuidar y desarrollar a lo largo de la vida:
- La parte física. Nuestro cuerpo. Es nuestro medio para vivir y cuidarlo será clave para que nos permita hacer todo lo que deseamos. Por ello, es importante comer bien, hacer ejercicio… como ya te compartí en el artículo en el que te daba 20 claves para tu bienestar.
- La parte mental. No solo desde el desarrollo intelectual sino también desde la comprensión de las diferentes formas de entender el mundo, o lo que llamamos en PNL (Programación neurolingüística) ampliar nuestro mapa mental, enriqueciéndonos con las diferencias.
- La parte energética. Espiritual o de transcendencia, como cada uno lo quiera llamar. Se trata de plantearse el sentido de la vida, creer o buscar la forma en la que justificar que lo que hago hoy tiene repercusión para mañana. Y para cuidarlo, profundizar en la conciencia plena. Una técnica que ayuda es el mindfulness, como lo explica Mario Alonso Puig.
- La parte emocional. La vida, con sus idas y venidas, no nos deja indiferentes. Sentimos.
Sin embargo, hay veces que lo que sentimos no nos gusta, no son emociones satisfactorias o están asociadas al dolor.
Yo creo que el ser humano es la máquina más perfecta que existe. Y dentro de los miles de años de evolución, las emociones no han desaparecido, ni siquiera las que consideramos más desagradables.
Las emociones se sienten porque tienen una función positiva en nosotros. Todas las emociones son necesarias y útiles para nosotros. Se habla de 10 plataformas emocionales básicas, cada una con su finalidad:
- Miedo. Nos permite sobrevivir, tener prudencia y poner límites. Nos pone en alerta para detectar el peligro y nos prepara para la huída o el ataque. Y gracias a él podemos romper límites con precaución.
- Rabia. Regula la energía para conseguir retos y salvar obstáculos.
- Sorpresa. Provoca la sensibilidad. Nos ayuda a pasar de emoción a emoción. Nos para.
- Culpa. Nos permite entender el error como oportunidad. Nos lleva a reparar y aprender del error. Favorece la resiliencia y asumir la responsabilidad.
- Tristeza. Resetea el cerebro. Cuida de nosotros. Es la emoción que nos facilita recogernos para recuperarnos y volver a empezar.
- Asco. Nos sirve para rechazar lo nocivo, para no envenenarnos, para que no se nos pegue aquello que no deseamos para nosotros.
- Curiosidad ante lo nuevo. Nos invita a descubrir. Es la llave para querer saber y aprender.
- Admiración. Nos lleva a poner en valor, a apreciar, a diferenciar lo normal de lo extraordinario. Amamos lo que admiramos.
- Seguridad. Nos sirve para afrontar las situaciones con cierta confianza, para arriesgarnos, aprender y crecer mejor. También nos permite dar nuevas oportunidades.
- Alegría. Nos hace disfrutar, del momento, de los logros… y sentir que la vida merece la pena.
Una vez que somos capaces de reconocer las emociones que sentimos, hemos de aprender a descubrir dónde las sentimos, detectando sus señales en nuestro cuerpo, e identificando en qué grado de intensidad las sentimos. Así podremos darles las gracias por avisarnos y ayudarnos a cuidar de nosotros mismos.
El reto de la gestión emocional es expresar las emociones en la forma adecuada, en el momento oportuno, porque somos seres sociales y necesitamos poder convivir de una forma más armónica. Por eso, además, hemos de trabajar y entrenarnos en el afecto, con una educación orientada al amor incondicional, como dice Mar Romera en su libro «La familia, la primera escuela de las emociones«.
Ahora que conoces la utilidad de las emociones, puede que cuando las sientas las aprecies más. ¿Qué sientes? ¿Cómo estás hoy?
Aprendiendo en el camino del crecimiento.
Raquel Bonsfills
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