¿Te has visto envuelto en un mar de emociones desbordadas? ¿Has vivido situaciones que te han sacado de tu zona de confort? ¿Has perdido el equilibrio en tu vida en algún momento?
Cuando nos sucede algo que no esperamos, lo normal es que nos desestabilicemos. Esta inestabilidad será en mayor o menor medida en función de la manera que tengamos de entender la vida, de nuestra interpretación de la situación vivida, de nuestra actitud ante lo que sucede a nuestro alrededor y de lo que estemos habituados a encontrarnos en nuestro entorno. Algo que para una persona puede ser muy normal, para nosotros puede ser increíble.
Cuando lo que nos sucede nos afecta y nos desequilibra, nuestra emoción alcanza una intensidad mayor de la que solemos “controlar”, y en ese momento, cuando estamos con un nivel emocional más alto, nos es bastante difícil escuchar, ponernos en el lugar del otro, abrirnos a otras opciones o entender que pueda haber algo positivo en lo que está sucediendo.
Como te explicaba en el péndulo de las emociones, cuando estamos fuera de la zona de confort emocional nos es bastante difícil responder adecuadamente a la situación o a la persona con la que estemos relacionándonos. Y en su lugar, solemos reaccionar. Lo que suele ser una acción automática, que nos sale sin pensar, sin sopesar y dejando a nuestro ego a su libre albedrío.
¿Qué diferencia hay entre responder y reaccionar?
Reaccionar es actuar en base a un estímulo. Me pinchan, y salto. Es mucho más inconsciente, como cuando nos golpea el médico en la rodilla y la pierna se levanta involuntariamente. O cuando se nos pone el bello de punta ante un atardecer. También, nos mostramos reactivos cuando estamos, por ejemplo, a la defensiva. Ya te he contado cómo actuar para evitar que el otro se ponga a la defensiva.
Responder, por su parte, es dar una respuesta. Cuando respondemos con habilidad, además, estamos desarrollamos nuestra responsabilidad. Es decir, que damos la respuesta con mayor consciencia, de forma más sopesada y probablemente valorando mejor las alternativas.
Dar respuesta: la mente y la emoción
Sabiendo esto, cuando estamos en una situación que nos desequilibra, dar respuesta es bastante difícil. Nuestra mente está a otra cosa, dominada por el ego, que busca nuestra supervivencia ante la situación inesperada o inestable. Quiere que volvamos a la tranquilidad de la forma más automática posible (en la mayor parte de los casos, como aprendimos de niños de nuestros progenitores o de los adultos que teníamos alrededor y como lo tenemos grabado en el subconsciente).
Nuestra emoción está en alerta, con lo que tampoco será muy facilitadora para dar la mejor respuesta. Por eso, en situaciones de crisis, nos enfadamos, gritamos, o nos echamos a llorar desconsolados, nos quedamos mudos, o nos entra la risa nerviosa, o nos quedamos como anestesiados emocionalmente, como ajenos a los sentimientos propios y de los demás. ¿O quizá crees que darías la misma respuesta a una situación si estás muy enfadado que si no lo estás? A mayor nivel emocional, menor capacidad de respuesta responsable. Incluso aun cuando estés muy implicado emocionalmente con algo, la posibilidad de que se te escape algún detalle importante o de cometer un error es mayor. De ahí que no se recomiende, por ejemplo, que los médicos operen a sus familiares.
La clave de la serenidad
¿Entonces, qué podemos hacer para mantener conversaciones más creativas, comprensivas, con mayor escucha y apertura mental? Solo hay un secreto: El desarrollo personal.
Para poder salir del automático y cambiar reacciones por mejores respuestas, hemos de trabajar en nuestro desarrollo personal. El desarrollo personal es un proceso, no solo una acción puntual. Teniendo en cuenta que nuestras células tienen memoria y van a tender a lo conocido, hemos de dedicar tiempo para crear nuevas formas de actuar y que se establezcan como predeterminadas.
Estudios neurocientíficos han demostrado que necesitamos 6 meses para que se queden de forma definitiva los cambios en las conexiones neuronales de nuestro cerebro. Eso significa que hemos de practicar de forma continuada la nueva respuesta o estrategia para conseguir que se nos automatice. Por eso, ir subiendo nuestro nivel de desarrollo personal puede ser una cuestión de años y de aprendizajes experienciales a lo largo de nuestra vida.
Claves para romper patrones
¿Te has dicho alguna vez eso de “cuando sea mayor voy a hacer las cosas de forma diferente a mi madre o a mi padre” y luego te has visto haciéndolas? Es la clara demostración de lo que te estoy compartiendo. Y para cambiarlo, has de:
- Tomar consciencia de lo que quieres conseguir. ¿Cuál es el objetivo? ¿Qué quieres sentir? ¿Qué quieres oír? ¿Qué verás?
- Enfócate en ello y píllate en los momentos en los que no estés actuando como deseas.
- Aplica técnicas, recursos y herramientas que te permitan implantar la nueva forma de actuar.
- Evalúa y cambia si no obtienes el mejor resultado.
- Celebra los avances.
El proceso de desarrollo personal es cambio y transformación, es hacer las cosas de otra forma para sentirnos mejor, para ser más coherentes con nosotros mismos en nuestra propia evolución.
No significa cambiar todo, ni hacerlo de golpe, sino lo que vaya tocando, lo que nos sea más importante en cada momento de nuestra vida. Puede ser en un momento dado: el manejo de una relación, poder concluir un proyecto que se te ha atascado, recuperar a un amigo, resolver un conflicto profesional, mejorar tu autoestima, desarrollar alguna habilidad o talento, volver a sonreír, tener más salud, cambiar de trabajo, encontrar la confianza en ti mismo necesaria para liderar tu vida…
A fin y al cabo, crecer, crecemos. Algunas personas quieren crecer sin más, con el simple paso del tiempo. Otras, por el contrario, quieren estar mejor, tener más bienestar, calidad de vida y paz interior en cada momento para poder responder ante cada situación desde su mejor versión.
¡Póntelo fácil!
Tampoco es necesario sufrir. Siempre digo: ¡póntelo fácil! Porque si te cuesta mucho lo más probable es que desistas y tu cerebro gane la partida volviendo al estado anterior. Cuando te pones, el consciente tiene que estar a pleno rendimiento y se cansa, protesta, empieza a mandarte mensajes de: “para qué haces eso, con lo bien que estabas”. O “la vida es así, hay que conformarse con lo que hay”. “Nadie tiene el trabajo perfecto, el tuyo tampoco lo es, para qué vas a cambiar”. Tenemos a nuestro propio boicoteador en casa.
Así que haz que tu cerebro se divierta con el cambio, que tenga sentido, que no se asuste, sino que busque los recursos que le hagan más sencilla la tarea. A veces hay que buscar apoyos externos, lo que no es un problema sino todo lo contrario, ¡estás rodeado de gente y de profesionales que te pueden ayudar!
Parte del desarrollo personal tiene que ver con el desarrollo de las inteligencias múltiples que poseemos. Desde la intuitiva hasta la relacional. Y haciendo hincapié en la inteligencia emocional, pues nos va a ayudar mucho a volver al equilibrio y en nuestra motivación al cambio.
La serenidad puede ser también un objetivo de tu desarrollo personal para poder responder adecuadamente. Y se gana, parando. En un mundo BANI (frágil, ansioso, no lineal e incomprensible) en el que nos movemos, vamos tan deprisa que nos cuesta parar a tomar perspectiva, a reflexionar, a hacer autoanálisis o desarrollar nuestro autoconocimiento. Nos ha de parar la vida muchas veces para que podamos darnos cuenta y poner en valor lo importante. Por eso, para que no sea por una situación de alto impacto sino para que te lo hagas más sencillo, busca los momentos de parar, de estar contigo, de autocuidado, de introspección, de ¿cómo estoy? El contacto con la naturaleza también es facilitador para parar, o los lugares “sin cobertura”. Escápate o regálate momentos de desconexión para conectarte contigo.
Con lo que te he compartido, ¿qué vas a comenzar a poner en práctica para dar tu mejor respuesta? Cuanto más abierta tengas la mente, más difícil será sorprenderte con lo que la vida te presente y mayor estabilidad tendrás para responder en lugar de reaccionar.
Conseguirlo está en tus manos.
Aprendiendo en el camino del crecimiento.
Raquel Bonsfills
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