Las emociones. Para algunos, algo con lo que hay que lidiar. Para otros, la esencia de la vida.
Las emociones de nuestro día a día son variadas y variables. Intensas o suaves. Pueden desbordarnos si no sabemos gestionarlas o canalizarlas y algunos quieren, incluso, controlarlas.
Foto de Valeriy Khan
Hoy quiero hacer una reflexión sobre el sentido y la importancia de la gestión emocional. Y también, sobre los beneficios de realizarla. En artículos anteriores ya os compartimos alguna técnica que solemos practicar y que os recuerdo aquí.
Es inevitable sentir. Incluso para los impasibles que creen no sentir nada y que quizá, estén sintiendo indiferencia. Por eso, con todas las situaciones que vivimos a lo largo del día, podemos sentir numerosas emociones: Desde la paciencia, resignación, agobio, frustración, enfado o tranquilidad para llegar al trabajo en coche o en otro medio de transporte, hasta la alegría de ver al compañero de trabajo que ha vuelto tras una recuperación, la satisfacción por el trabajo bien hecho, la inquietud porque salga bien la presentación de un proyecto, la expectación de que haya clientes que nos permitan crecer como empresa y profesionalmente… y así sucesivamente a lo largo del día.
Entonces, no se trata de negar lo que sentimos sino, como primer paso, de ser conscientes de lo que sentimos. Y después, saber qué hacer con ello.
El cuerpo humano es la máquina más perfecta que existe. Y si sentimos emociones es porque son útiles para nosotros mismos. Por ejemplo, sentir rabia nos recarga de energía para actuar, o sentir tristeza nos permite parar a recuperarnos y cuidar de nosotros. Ahora bien, como todo, en nuestras relaciones y también para nosotros mismos, es importante reconocer el grado de intensidad de la emoción.
Para ello, quiero presentaros el péndulo de las emociones:
Imagina un péndulo colgado del techo o del cielo, en el que estás tú.
Ante los sucesos de la vida habrá situaciones que te alejan, que te acercan, que te mueven. El péndulo oscila hasta cierto radio con relativa comodidad. Es nuestra zona de confort emocional. Zona en la que podemos manejar la situación y la emoción. Tenemos cierta flexibilidad, somos capaces de cambiar de sentido y nuestra energía con menor esfuerzo. Es una zona en la que nos manejamos y en la que nos conocemos cómo reaccionamos. Es una zona en la que socialmente nos podemos relacionar mejor. Por suerte, estamos es esta zona la mayoría del tiempo.
Sin embargo, hay ocasiones o temporadas en las que nos sentimos más desbordados, como superados por nuestras emociones, incómodos. Y eso es porque el péndulo está cerca de los extremos. Más alejado del centro.
En esa situación, nuestra capacidad de maniobra es mucho menor. Estamos como en una situación forzada en la que no podemos estar mucho tiempo. Nuestro cuerpo estará estresado, incluso cuando sea por un elevadísimo nivel de alegría o euforia (porque en esa situación también disminuye nuestra capacidad de estar alerta).
El ejercicio que tendremos que hacer para sentirnos mejor será el de hacer que el péndulo vuelva al centro, a la zona de confort emocional. Ésa es la gestión emocional. Según la intensidad de partida en la que nos encontremos, así será la actuación que tengamos que realizar para lograrlo.
Por ejemplo, si nuestro radio de confort emocional llega hasta una intensidad del 3 y estamos es un nivel 5 de rabia, a lo mejor con respirar profundamente, salir a que nos dé el aire, cambiar de postura o reconocer porqué nos hemos enfadado es suficiente para volver a nuestra zona de confort emocional. Sin embargo, si nuestra rabia está en una intensidad del 8, a lo mejor hemos de canalizar toda esa energía acumulada y soltarla, por ejemplo, saliendo a correr a modo de sprint, o golpear un saco de boxeo, pegar un buen grito, romper papeles con saña…etc. Como ves, canalizar la energía de la rabia no es tomarse un tranquilizante. Y siempre puedes ponerte la canción más relajante del mundo, que reduce la intensidad de la emoción en un 65%.
Por tanto, entre los beneficios que tiene realizar una buena gestión emocional, siguiendo la herramienta del péndulo, podremos encontrar:
- Mayor consciencia de cómo estamos, cómo nos sentimos y en qué grado de intensidad de la emoción.
- Mayor facilidad para encontrar las técnicas más adecuadas para volver a la zona de confort emocional en cada momento.
- Mejores relaciones sociales. Porque con una mejor gestión, en lugar de alejar a los demás de nosotros, sabremos alejarnos nosotros para no contagiarles nuestra emoción de forma desmedida. Y volver a ellos de una forma más regulada.
- Tomamos mejores decisiones. Está demostrado que las emociones afectan a nuestra toma de decisiones. Con emociones mejor gestionadas podremos tener una mayor perspectiva de las situaciones, salir del foco del problema para enfocarnos a las mejores soluciones.
- Capacidad de responder frente a reaccionar. En el extremo del péndulo es probable que reaccionemos, porque está más limitada nuestra capacidad de actuación. Es un momento en el que estaremos de forma más rígida y saldrán nuestros instintos primarios, especialmente de supervivencia. Al volver al centro, podremos responder con mayor confianza y tranquilidad.
- Evitaremos que se haga una reacción en cadena de emociones Si yo contesto mal a alguien, de forma desmedida frente al suceso ocurrido, esa persona probablemente se vea afectada por nuestra respuesta. Si no hace una buena gestión emocional, se quedará molesta también. Y acudirá a alguien contándoselo, con lo que ya hay un tercero incómodo. Y así sucesivamente. Parar esta cadena en nosotros será el principio del bienestar de todos.
- Mejora la calidad de nuestro trabajo. Un trabajo hecho con ansiedad, o con depresión, o con alegría desmedida será un trabajo con más errores, con menor precisión en los detalles. A veces entregado más rápido y a veces con mayor demora, dependiendo de la emoción que esté con esa mayor intensidad. En cualquier caso, será un trabajo peor que si lo hacemos con serenidad, con atención, con cuidado,…
Después de lo que te he compartido. ¿En qué punto del péndulo emocional estás? ¿Hasta dónde llega tu zona de confort emocional?
Aprendiendo en el camino del crecimiento.
Raquel Bonsfills
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