por 1 de febrero de 2021Coaching

El hábito de la queja: una expresión de la insatisfacción vital

Querido compañero,

¿Eres de los que te quejas constantemente? ¿Crees que te ayuda en algo?  

Es algo más que probado que todos nosotros tenemos un acopio de quejas queriendo ser expresadas. Una lista infinita de hechos o cosas que nos incomodan, desde temas laborales, de amistad, de pareja, de cómo nos han tratado en una tienda o restaurante, del tiempo, de la pandemia…

En mi opinión una persona que se queja por todo es una persona insatisfecha, alguien que no ha encontrado esas razones que le dan sabor o sentido a la vida. Otra razón que considero es que el quejarse llegue a ser un hábito, una forma de vivir la vida. Y una tercera razón podría ser el hecho de un profundo egocentrismo sustentando en la falta de empatía. En los tres casos considero que estas personas asumen los lamentos como parte de su comunicación y no conciben una conversación sin ella. Y es que estoy observando que, ¡quejarse se está volviendo una adicción en esta sociedad!

“Si tu mal tiene remedio, ¿por qué te quejas?
Y si no lo tiene, ¿por qué te quejas?”

Proverbio oriental

Por supuesto que entiendo que la queja pueda surgir de un motivo razonable, por ejemplo: una pérdida o una experiencia muy negativa. Además, hemos pasado, en general, un año difícil y estamos teniendo un comienzo de año nuevo nada fácil para la mayoría y comprendo que podemos utilizar la queja en algunos momentos, como modo de desahogo o como una válvula de escape o una forma de encontrar el apoyo de quienes nos rodean. El problema viene cuando nos aferramos a ella y la convertimos en algo imprescindible en nuestra vida.

¿Cuáles son los inconvenientes de vivir en una queja diaria?

  • Por un lado, lo que considero más importante es que la queja evita la responsabilidad. Es muy fácil culpar a los demás de lo que nos pasa y no coger las riendas de lo que está sucediendo. Esto en sí mismo es un beneficio porque acusamos a los demás o a las circunstancias o a nuestro pasado de nuestro malestar o de nuestra infelicidad y nos irresponsabilizamos de nuestro bienestar. Lanzando balones fuera alimentamos nuestra pasividad y nuestra falta de acción y nos llevan al inmovilismo, a no tomar las riendas de nuestra vida y a abandonarnos culpando de nuestra situación ¡a factores externos a nosotros mismos!
  • La queja nos dificulta encontrar soluciones. Las personas que viven en la queja se entretienen, deleitan o recrean en la pena (todo me pasa a mí) o en culpar a los demás (si es que es culpa del gobierno, de mi jefe…) o en culpar a las circunstancias (a mi edad ya nadie me va a contratar). Y es que la queja nos lleva a una falta de iniciativa a la hora de encontrar soluciones a los problemas y a que las personas no seamos capaces de ver la parte positiva, en definitiva, a no sacar provecho de la situación. Además, apuesto que, aunque la fortuna tocase a nuestra puerta, no podríamos verla y aprovechar la oportunidad que nos surja. Quejarnos evita que nos centremos en las posibilidades, asentándonos en lo negativo y cegándonos a lo positivo. Además, como todo lo que nos decimos se vuelve realidad lo que ocurre es que la queja continua se convierte en una profecía autocumplida. 
  • La queja nos debilita, nos consume mucha energía. Se consume energía inútilmente cada vez que nos lamentamos de los errores del pasado, de las oportunidades que no supimos aprovechar o de los problemas del presente… y esto nos agota a nosotros y a quienes nos escuchan.
  • La queja nos lleva a tener un estado de ánimo negativo.  Estar pendientes de la peor parte de las cosas, como mínimo, nos puede provocar: tristeza, rabia o frustración. De hecho, está probado que las personas que se quejan mucho están casi siempre de mal humor, viven en permanente amargura y pueden sufrir síntomas de estrés, ansiedad o depresión.
  • Creamos situaciones sociales incómodas ya que normalmente la persona que se queja por todo no es consciente de ello y lleva a los demás a “sufrir” la carga de la conciencia, si es que se sintieran parte culpable de esa queja. Quienes las soportan porque están cerca, a veces ni siquiera se lo pueden expresar porque sienten, y lo digo por experiencia personal, que le estarían dando un motivo más para lamentarse: “la profunda e insondable incomprensión de los demás”. Esto puede llevar a que lamentarse sea un mecanismo válido para manipular a los demás.

Además, me gustaría indicar que, aunque la forma más común de quejarnos sea a través de la escritura o de la palabra, existe otra forma que se nos olvida y es a través de la comunicación no verbal, con la que, sin expresar nada, estamos quejándonos abiertamente. Hay que tener en cuenta también que, aunque es responsabilidad del otro la gestión de sus emociones, estamos en muchos momentos preocupándonos y preocupando a los demás por quejas repetitivas o innecesarias.
¿Se te ocurren otros inconvenientes que acarrean las quejas?

¡El reto!

¿De qué te has quejado hoy? Te propongo un reto, estar una semana sin quejarte de cosas sin importancia. Cambia la queja por el agradecimiento por lo que sí tienes, lo que salió bien o lo que mejoraste, en lugar de centrarte en lo que no tienes o lo que salió mal. Intuyo que no tendrás ni ganas, ni tiempo para quejarte.

Después de lo que te acabo de compartir ¿de qué te has dado cuenta? ¿Qué vas a hacer para quejarte menos?

Te recuerdo que estoy siempre a tu disposición, si quieres hablarme de tu caso te responderé cualquier pregunta o duda que quieras hacerme.

No te olvides que te acompaño con pasión hacia el logro de tu éxito.

Milagros García

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SOBRE LA AUTORA:

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Milagros García

Ingeniera que pronto reconduce sus pasos hacia la administración empresarial, siendo Master Business in English: International Trade, Business negociations & Marketing. Más tarde da el salto a la Consultoría, Formación y Coaching Personal, Profesional, Grupal y Organizacional. Cuenta con 20 años de experiencia en dirección de compañías internacionales.

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