Cuando te encuentras una cartera en el suelo, ¿la recoges?, ¿miras si lleva dinero?, ¿la haces llegar a su dueño? Cuando te ofrecen un puesto en la empresa de la competencia, ¿lo aceptas?, ¿lo rechazas apelando a tus principios o a la fidelidad a tu empresa?, ¿lo rechazas por cuestiones más objetivas como, por ejemplo, un incremento de salario? Nos ponen la tentación delante y hemos de decidir qué hacemos.
Cuando algo nos tienta es porque esa tentación trae consigo algo que nos gusta, que queremos, que deseamos… y nuestro cerebro se activa inclinando la balanza hacia el «Sí». Entonces, valoraremos las posibles pérdidas y riesgos, inclinando la balanza hacia el «No». Como dicen los últimos estudios en neurociencia, tomaremos las decisiones en base al beneficio que tengamos en relación con la pérdida que podamos tener.
En el caso de un soborno, según un estudio sobre la psicología de la corrupción desarrollado por la Universitat Jaume I, nos supone más estrés decir que no (dejando de ganar lo que nos daban -pérdida-), que aceptarlo. Aunque nos es más fácil declinarlo si hay una posibilidad de castigo por ello. De ahí, la importancia ante las grandes decisiones de la pregunta «¿Y qué es lo peor que puede pasar?» Y si «lo peor» nos resulta llevadero o simplemente no está en nuestras manos, tenderemos a aceptar con mayor facilidad.
En cuestiones de autocontrol, ya en los años 60 Walter Mischel, psicólogo especializado en la estructura de la personalidad y la autoregulación, probaba la capacidad de autocontrol con niños, con su «test de la golosina», que consistía en tener una golosina delante y ser capaz de no comérsela esperando durante 20 minutos por la promesa de que si lo conseguían obtendrían dos golosinas.
Con este estudio, llegaba a conclusiones como que los niños que conseguían esperar por algo más beneficioso, tendrían mayor éxito en el futuro. La recompensa merecía la pena.
Más tarde con el «test de la gominola», Mischel además daba a los niños estrategias de control de la atención para mejorar su control sobre la tentación. Y eso hacía que mejorasen su autocontrol hasta tres veces más. Es decir, que sabiendo focalizar nuestra atención en lo que queremos, nos resulta más fácil conseguirlo.
Dan y Chip Heath, en su libro «Decídete«, que muy bien resume Alfonso Alcántara en su artículo, nos da claves para tomar mejores decisiones. Yo las resumo en dos ideas:
1. Cuando te preguntas «¿qué hago?» en lugar de plantearte qué hacer, plantéate cómo hacerlo. Y comienza a hacerlo.
Es decir, si no encuentras un Qué hacer claro, comienza por un Cómo hacerlo y hazlo… Si te estás planteando el cómo, es porque el qué ya lo tienes decidido (aunque sea de forma aproximada).
2. No decidas en caliente. Toma distancia, valora alternativas, contrasta perspectivas, y como decía antes, ponte en el peor de los casos.
¿Decidiste seguir leyendo? Eso es porque tu cerebro pensó que ganaba más siguiendo leyendo ( darse cuenta de algo, encontrar alguna clave, aprender algo, saciar la curiosidad, cuestionarse…) de lo que perdía al hacerlo (tiempo, posibilidad de hacer otras cosas, etc.). ¡Gracias!
En conclusión:
- El autocontrol nos ayuda a esperar para obtener mayores beneficios.
- Parar para dedicar un tiempo a la toma de decisiones ya es en sí, un éxito.
- Con técnicas de focalización de nuestra atención conseguimos 3 veces mejores resultados.
- Decidimos en base a qué gano y qué pierdo con ello.
Y ahora que sabes esto, ¿qué vas a tener en cuenta para tomar mejores decisiones?
Te espero aprendiendo en el camino del crecimiento.
Raquel Bonsfills
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