La capacidad de adaptación, esa habilidad que nos permite sobrevivir y que hace al ser humano capaz de afrontar las diferentes circunstancias con las que se encuentra.
En las empresas cada día se valora más la capacidad de adaptación. Queremos que nuestros equipos sean capaces de aportar su talento para conseguir que las empresas perduren en el tiempo, que, gracias a su ingenio, sus propuestas, sus actuaciones y sus conocimientos puedan crear los productos y servicios, las herramientas y recursos necesarios para ofrecer al mundo lo que éste demanda o para generar una nueva necesidad que, en principio, facilite la vida.
Sin embargo, a nivel personal, en nuestro cerebro hay una parte que nos mantiene acomodados, porque si ya sobrevivo así, para qué voy a cambiar. Esto lleva a que solamos tener miedo a los cambios y, muchas veces, a que los hagamos cuando la situación actual se nos hace insostenible o cuando algo trunca lo conocido y no nos queda otra.
A pesar de ello, y como decía Rogers: “el ser humano es un organismo con una tendencia natural a desarrollarse de manera constructiva”. Él lo que llamó «tendencia actualizante» que es la tendencia natural e inherente a las personas que posibilita su desarrollo completo. Además, puede autorregularse y tomar una dirección en sentido positivo, con lo que ese desarrollo siempre va a ir enfocado hacia un mayor bienestar.
¿Cómo podemos mejorar nuestra capacidad de adaptación?
Piensa: ¿Por qué haces formaciones? ¿Por qué tienes curiosidad? ¿Por qué quieres saber más de algún tema que te interesa? ¿Por qué vas a hacer deporte? ¿Por qué viajas a lugares que no conoces? Podría seguir preguntándote y la respuesta sería: porque estamos en continuo crecimiento y evolución. Solo que lo llamamos así cuando es natural y no forzado, como parece que es la adaptación.
Evita la rigidez y plantea la flexibilidad
Solemos estar acostumbrados a hacer las cosas de una determinada manera. Eso nos da seguridad y confianza. Sin embargo, no nos hará evolucionar, solo perfeccionar lo que hagamos a base de práctica diaria.
La flexibilidad lleva a dar una oportunidad a que algo pueda resultar diferente a como esperamos o a como solemos verlo. No siempre tiene por qué ser disruptora. La flexibilidad se puede realizar en modo “prueba” y observar y analizar los resultados.
Si quieres, por ejemplo, probar a cambiar tu espacio físico de trabajo, hazlo en una zona que hayas elegido que puede generar el efecto que buscas y pregúntate: ¿qué tal estás con el cambio, mejor o peor? Si decides cambiar el espacio para tus clientes, pregúntales si eso ha mejorado su experiencia contigo o no, si genera un valor añadido.
Tienes más información en el artículo que escribí sobre la flexibilidad en el trabajo que además nos lleva a tener empresas más humanas.
Has de tener un objetivo y un «para qué»
Normalmente es la subsistencia, pero ¿y si lo aplicamos para generar cambios positivos en nuestros clientes? Imagina que tienes una óptica o una inmobiliaria en un barrio donde hay muchos niños. ¿Qué pasaría si en un lado de tu establecimiento decoras todo para que guste a los niños? Incluso el escaparate, para que tiren de sus padres hacia ti. Igual que en un restaurante familiar dan unas pinturas y una hoja para colorear o tienen menú infantil, solo es hacer un pequeño cambio que guste a tus clientes. Pero ha de ser un cambio con una dirección positiva, como decía Rogers, y saber muy bien y medir el impacto para poder identificar el beneficio del cambio realizado. Si funciona, a lo mejor puedes decidir ampliar tus servicios o productos para este nuevo público.
No significa que dejes de ser tú
En ocasiones el tener que adaptarnos nos lleva a pensar que dejamos de ser nosotros mismos por vernos imbuidos en las nuevas circunstancias. Y no, eres tú en las nuevas circunstancias. Nunca te puedes deshacer de ti. Solo que, con tu historia, experiencia y vivencias anteriores, te da unas capacidades y formas de asumir esa nueva situación de una forma muy tú.
Cuando choca mucho con la forma en la que tú ves el mundo, normalmente como una confrontación a tus valores y principios básicos, es cuando puede costarte más. Si tienes la opción, piensa que quizá no es tu sitio y plantéatelo como algo temporal. Si no tienes la opción, busca entre tus cualidades y valores qué puede hacer que lo lleves mejor.
La aceptación
A veces nos peleamos tanto con lo que es que no queremos que sea así, que nos enfadamos y nos frustra. Es como cuando llueve y pensabas ir a la playa. Puedes patalear lo que quieras, pero no por eso va a dejar de llover. No está en tus manos. Igual que cuando estás con alguien que considerabas tu amigo y muestra comportamientos que ya no encajan contigo o que ha pasado el tiempo y uno ha evolucionado y el otro no. Es el momento de asumir que las circunstancias han cambiado, que puede que te gusten más o menos, y que, si de verdad quieres a la persona, acabarás dándote por vencido en la lucha por dejar las cosas como antes y aceptarás que ahora es así, precisamente porque lo quieres.
¡Atrévete!
Si nunca cambias nada, cualquier cosa que se salga de tu rutina te supondrá un esfuerzo mayor. Por eso, atrévete a sorprenderte. Déjate llevar de cierta espontaneidad. No hace falta que sean grandes cosas, pero sí acciones sencillas, pequeños pasos que te sirvan para ganar confianza. ¿Qué te pasaría si vas a llevar a tu hijo al colegio un día sin el móvil? ¿Qué pasaría si cambias el orden de los cubiertos en el cajón? ¿Qué pasaría si en lugar de poner la televisión al sentarte en el sofá, pones la radio? ¡Atrévete! A caminar se aprende andando. Así que a adaptarse se aprende adaptándose.
Recalcula
Hay expertos en tener plan A, plan B y plan C. Tener previstas otras opciones siempre te da margen de actuación. Si ante una circunstancia cambiante juegas a plantearte lo que yo llamo: abrir el abanico de opciones, hacer tormentas de ideas, empleando tu creatividad, te va a dar una mayor tranquilidad. Esto sucede porque ya no te enfrentas a lo desconocido, sino a lo que has planteado y analizado. Puede que elegir el plan B no fuese lo que habrías deseado, pero tenerlo bajo la manga por si acaso, te ayudará a adaptarte con mayor seguridad.
En cualquier caso, haz tuyo el cambio. Plantéate dónde y cómo quieres verte en esa nueva circunstancia. Cómo la puedes aprovechar tú. Cómo vas a hacer de ello una oportunidad en lugar de un problema.
El mundo gira y seguiremos viviendo numerosas circunstancias antes nunca experimentadas. E igual que has llegado hasta aquí, puedes seguir adelante. Por eso, con esto que te he compartido, ¿qué vas a hacer para aprender a adaptarte mejor a lo que está por venir?
Seguimos aprendiendo en el camino del crecimiento.
Raquel Bonsfills
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