La creación de ideas o tan solo el permitirnos hacer algo de forma diferente nos suele costar, ya sea por la costumbre adquirida o por miedo.
Las excusas más frecuentes parten de frases del tipo “yo no soy creativo”, “no puedo”, “total, si no va a funcionar”, “nadie me comprende”, “mis ideas no se tienen en cuenta”, «ya empezaré más tarde«… Bien porque alguna vez los hechos nos hayan dado la razón o bien porque nos resistimos a salir de nuestra zona de confort, nos cuesta atrevernos ante situaciones nuevas o propuestas nuevas.
En este vídeo de Inknowation nos explicaban cómo avanzar hacia el futuro, partiendo de nuestra zona de confort:
Y es que soñar es el primer paso para ponerse en marcha en una dirección. Y para ello muchas veces hemos de decirnos a nosotros mismos «¿y por qué no?» Aunque animarnos a ese primer paso sea tan costoso…
Recuerdo que, siendo yo pequeña, mi abuela hizo su primer pato con uvas pasas. En aquel momento y como niña que era, mi primera reacción fue “¡aaahhhggg, si está dulce!” Entonces mi abuela me invitó a probarlo un poco más, a sacarle el gusto, a que me abriera a aquello que era diferente. Hoy soy una fan de las comidas agridulces, y pruebo para tener el criterio propio o la capacidad de decisión de seguir con ello o desecharlo (si queréis probar, aquí tenéis unas cuantas recetas).
Extrapolando esto al día a día, creo que es importante abrir la puerta a lo nuevo, a lo que nuestra intuición nos insta a abordar, a dejarnos llevar por la ilusión y por la tensión creativa. Ya sea en proyectos empresariales, en abrir nuevas áreas de negocio, realizar una pequeña modificación en un producto, variar la forma en la que dar formación o en la que ir al trabajo cada día. Y es que pequeñas diferencias obtienen grandes resultados además de ser muy positivo para la regeneración de nuestras neuronas.
Tenemos ejemplos en todas partes: desde Apple para quien el tamaño importa, primero haciendo ordenadores más pequeños para luego pasar del móvil a la tablet haciéndolo un poco más grande, hasta Danone, que después de animarnos a meter una cucharilla en un Petit Suisse pone yogures más grandes para meterlos al congelador y tener helado. Porque a veces, tan solo es cuestión de imaginación, de necesidad o de buscar alternativas a un mismo producto…
Para ello, unas pautas que os invito a practicar son:
· Preguntarnos ¿y si…?
· No juzgar lo que se nos ocurra
· Tener una libreta a mano para no dejar escapar las ideas
· Plantearnos ¿qué es lo peor que podría pasar?
· Tener en cuenta las posibles reacciones
· Poner alertas ante los “no puedo” que nos digamos para cambiarlo por ¿y si pudiera?
· Preguntar lo que dudemos y pedir lo que necesitemos
· Como tenemos opinión sobre todo lo que ocurre, sin necesidad de tener más conocimiento o menos, exponer el caso como si fuera de otra persona y contestarnos a la pregunta ¿en este caso, tú qué harías?
· Y leer Los niños estaban solos el cuento de Jorge Bucay para extraer nuestra propia moraleja.
Si bien es cierto que yo tuve el apoyo y acompañamiento de mi abuela, tanto en las empresas como en nuestro entorno personal podemos contar con estupendo modelos, coaches, mentores y líderes facilitadores que nos ayuden a dar ese primer paso.
¡Atrévete y confía en ti!
Cuando fue la última vez que dijiste ¿y por qué no?
Te espero en el camino del crecimiento!
Raquel Bonsfills
0 comentarios
Trackbacks/Pingbacks